Néstor Kirchner y su impacto

lunes, 1 de noviembre de 2010


El Miércoles pasado era desde el vamos un día histórico para la Argentina pues se hacia un nuevo censo nacional. Sin embargo, con el correr de la mañana nos fuimos enterando de una noticia que derivó en un cambio respecto a la “historicidad” de la jornada. Había fallecido Néstor Kirchner.


Néstor Kirchner no ha sido un actor político más. Ha sido un líder, y como todo líder ha despertado en la ciudadanía fuertes apoyos y fuertes rechazos. Durante estos siete años de vigencia kirchnerista he convivido con representantes de ambos bandos siendo las posiciones un tanto irreconciliables. Yo he tendido a inclinarme por el sector crítico. Esto por lo siguiente. Si bien reconozco que este proyecto ha tomado medidas importantes para el país, nunca me gustó su estilo confrontativo con todos aquellos que no pensaran igual. Sin embargo e independientemente de esto, es innegable el legado que NK ha dejado no solo en la política sino también en la sociedad. Esto lo viví el Miércoles pues participé activamente en el censo. Al momento de recibir la noticia estaba en un aula rodeado (como era de esperar por lo dicho más arriba) de personas tanto afines como críticas al kirchnerismo. Pese a esto, hubo un único comportamiento: silencio y hasta tristeza. Este shock inicial se expandió a lo largo de toda la jornada censista. Se lo vio en los censistas y en los comentarios que ellos hacían respecto a la reacción de los censados (ej. Personas realizando el censo llorando por la noticia o pidiendo que le hagan el censo rápido que se quería ir a la plaza).


Sabiendo entonces que Néstor Kirchner ha sido el líder político del sector que hoy nos gobierna, la pregunta que surge es si su muerte puede generar un vacío de poder. Esta incógnita ha estado presente en los diferentes medios de comunicación (incluso haciendo una comparación entre este escenario y aquel entre Perón e Isabel en los años setenta). Desde mi punto de vista, les comento que no coincido con la postura del vacío de poder pues estamos en un escenario donde la institucionalidad no está en juego. A diferencia de los años setenta, hoy en día no es una opción la posibilidad de un pronunciamiento militar y además Cristina Kirchner tiene una fuerte imagen positiva en la sociedad, la cual se ha visto reflejada en estos últimos días. Por ende, la figura presidencial tiene una fuerza tal que sería muy difícil que un tercer actor o grupo de actores tenga la capacidad para eclipsar la capacidad de acción de CK pese a no contar ahora con el apoyo de su marido que era su principal sostén emocional y político. Esto nos lleva al siguiente punto.


Dejando de lado la cuestión del vacío de poder me inclino por otra problemática que tendrá respuesta solo con el tiempo. La muerte de Néstor Kirchner ha dejado a la presidenta sin su principal consejero. La pregunta es ¿quién ocupará ese lugar? Hoy esta pregunta creo que no tiene respuesta y como mucho podría aventurarse sobre algunas posibilidades ¿Máximo, De vido, Aníbal Fernández, Moyano? Todos estos actores tenían hasta el Miércoles un punto que los asemejaba. Todos “secundaban” a Nestor Kirchner en su consejo hacia la presidenta. Ahora bien, me pregunto nuevamente ¿quién ocupará ese lugar? ¿quién de ellos puede considerarse superior al resto para ocupar el lugar de principal consejero? Esta pregunta no es menor, pues ha surgido siempre ante la muerte del líder y ha sido señala por Weber como el principal problema del liderazgo carismático. ¿Quién ocupará el lugar que el líder ha dejado vacante? El tiempo nos dirá, solo esperemos que tanto oficialistas como opositores puedan darle a la presidenta la fuerza para seguir adelante (estemos de acuerdo o no con sus políticas).

Link con las 300 páginas más importantes de Ciencia Política

domingo, 5 de septiembre de 2010

El Link

http://ipsaportal.unina.it/

Los partidos políticos como actores claves para la Democracia

viernes, 3 de septiembre de 2010



Participé en el mismo seminario que se citó en la nota anterior. La diferencia está en que yo fui a la tarde y no a la mañana, hacía frio… Me voy a concentrar en una parte de la charla la cual me pareció sumamente preocupante viniendo de un politólogo. Dicho participante criticó a sus colegas que viven hablando de la necesidad de construir partidos políticos fuertes e institucionalizados para la calidad democrática. Él criticaba esta posición señalando que ya no hay que pensar así sino que hay que aceptar el escenario actual con esta suerte de partidos personalizados y no programáticos. Por lo tanto, los partidos políticos y su programa ya no serían actores fundamentales en la generación de las políticas públicas.
Básicamente esta es la posición que quiero comentar aquí por lo siguiente. La justificación del taller era el de “analizar las debilidades de la clase política latinoamericana y su impacto en la calidad democrática de los gobiernos.” Esto con el fin de “…pensar e imaginar soluciones que se puedan trasladar en políticas públicas para democratizar a los dirigentes, fortalecer a los partidos como espacios de debate ideológico y formación de cuadros, impulsar la circulación y movilidad de las élites y terminar con prácticas políticas corruptas construyendo sistemas de accountability”. Visto esto y teniendo en cuenta los dichos del participante arriba citado podemos preguntarnos las siguientes incógnitas. ¿Se puede pensar en una democracia fuerte sin partidos institucionalizados? ¿Los partidos personalistas pueden actuar como instituciones que impulsen la movilidad de élites, generar cuadros políticos y una accountability que posibilite el control para el no abuso del poder influyendo de esta manera en la calidad democrática? ¿Qué le brindan a la democracia los partidos personalistas por un lado, y los partidos institucionalizados por otro?
Brevemente intentaré responder estas preguntas. Respecto a la primer pregunta, la respuesta es positiva. Es decir, podemos pensar en una democracia sin partidos institucionalizados. Ahora bien, la cuestión está en COMO va a ser esa democracia. Esto es, un régimen democrático donde las fuerzas políticas no están institucionalizadas sino que dependen de liderazgos personales (con riesgo de desaparecer) no van a ser fuertes por dos cuestiones básicas. Por un lado, por la idea señalada por M. Coppedge de “darwinismo político” a partir del cual señala el problema de la aparición/desaparición de los partidos políticos de la arena política, siendo uno de los factores principales el fracaso electoral de los líderes. Es decir, ¿qué pasa cuando el líder político pierde una elección clave? Su fuerza política va a decaer y su presencia en la arena política estará en riesgo. Tanto la de él como la de su partido al ser una estructura débil centrada en su liderazgo. La segunda cuestión esta vinculada con la anterior. Si no tenemos partidos institucionalizados, con riesgo de desaparecer de la arena política, las políticas públicas no tendrán una cualidad necesaria para su éxito en el tiempo: la certidumbre. De nuevo, ¿qué éxito puede tener una política determinada cuando los actores pueden cambiar de un día para otro? Como podemos ver, estas dos problemáticas que aquí por cuestiones de espacio solo presento, ya de por si son sumamente relevantes en la construcción de una base sólida sobre la cual se aplica un régimen democrático.
La segunda pregunta viene de la mano con la anterior. Los partidos personalistas tienen la característica de ser maquinarias electorales para su líder. Es este el que tiene la última palabra respecto a las candidaturas y la agenda política. Por lo tanto, este tipo de partido político no puede ni generar cuadros ni mucho menos accountability cuando es un actor (el líder) quien determina la orientación de las cosas. Nuevamente, ¿podemos hablar de un régimen democrático en un escenario así?
Por último, ¿qué brindan los dos tipos de partidos? Para la democracia, desde mi punto de vista, el partido personalista no genera nada positivo para la fortaleza del régimen por las cuestiones que ya indiqué. Todo lo contrario sucede (o por lo menos habría más herramientas para que esto ocurra) con los partidos institucionalizados y fuertes. Generan certidumbre al ser actores reconocidos de la arena política, son instituciones relevantes en la generación de cuadros políticos futuros, promovedores de políticas públicas e instituciones que los actores políticos deben tener en cuenta para la aplicación de las mismas. Esto es, el partido político tiene voz de veto por lo que no solo le da fuerza al sistema sino que también lleva a que podamos hablar de accountability.
Visto esto, entenderán porque me pareció grave lo que señaló el colega sobre esta cuestión, más en un seminario que busca pensar sobre cómo hacer que nuestras democracias sean más fuertes. Por suerte, una de las coordinadoras del seminario pensaba igual y se lo hizo saber en la ronda de preguntas…

Liderazgo latinoamericano en discusión

jueves, 2 de septiembre de 2010

Esta mañana participé de un taller donde se debatió sobre liderazgo y política en América Latina, donde expusieron referentes políticos y académicos de Ecuador y Argentina. A raíz de la revolución política llevada a cabo por Rafael Correa (según concordaron en categorizar los participantes al actual gobierno ecuatoriano) surgieron diversos interrogantes de fondo que me parecieron de gran interés para la política regional actual.

Por ejemplo, mientras que algunos expositores defendían el estado democrático liberal –esto es, una democracia sujeta a la ley-, otros destacaron que el énfasis debía ser puesto en qué es lo que hace, y no tanto en el cómo se hace. En este sentido, una participante ecuatoriana destacó que la nueva Constitución de su país cambió la definición de “estado de derecho” por “estado de derechos”, según el cual los derechos individuales básicos (incluyendo a los derechos de segunda y tercera generación) están por encima de su reconocimiento legal, y, por consiguiente, legitimarían en última instancia cualquier tipo de proceder político en orden a su cumplimiento.

Uno de los panelistas destacó asimismo que lo imperante es que el gobierno sea de la sociedad y no de la política, y responda así a las necesidades de aquella. El punto es interesante, por ejemplo, a la luz del clientelismo político. Los políticos y analistas que avalaron este modo de comprender y valorar la realidad política coincidieron en no ver a dicha práctica política como mala en sí misma. Entre otras cuestiones se destacó que el clientelismo no sería efectivo si la satisfacción de las necesidades y derechos básicos (entendiendo a ambos en sentido amplio) estuviera universalizada; y que, por consiguiente, gracias al clientelismo ciertos sectores sociales acceden a bienes que de otro modo nunca accederían, ceteris paribus.

Otros de los planteos interesantes que surgieron fue el relativo al trade off que parecería existir entre transformaciones socio-políticas profundas y democracia. Esto es, ¿es posible cambiar el status quo sin restringir las libertades? Según muestra la historia parecería que no, pero el punto sería entonces preguntarse qué es más importante, si la trasformación social o el resguardo de las libertades individuales. Yo tengo mi propia opinión al respecto (y bastante opuesta a la aquí sugerida), pero creo que es pertinente el debate sobre ello, ya que no necesariamente debería tratarse de blancos y negros y probablemente pueda haber cierta graduación tanto en las transformaciones como en las restricciones de las libertades.

Y finalmente quiero compartirles otra cuestión de suma relevancia para la política latinoamericana: la predominancia de los liderazgos fuertes. Dentro de este enorme tema se destacaron dos cuestiones medulares: i) si este liderazgo es capaz de autolimitarse; ii) qué sucede con las reformas efectuadas por líder carismático cuándo éstos son derrocados o desaparecen de la escena política por la razón que sea. ¿Puede trascender la transformación al líder sin instituciones que lo respalden? Y este interrogante resulta particularmente oportuno en la medida que, de acuerdo a las experiencias latinoamericanas recientes, los movimientos transformadores cuasi revolucionarios han surgido no sólo al margen de las instituciones sino en contra de las instituciones existentes (a excepción de las elecciones).

Creo que las cuestiones señaladas y las reflexiones que los mismos puedan generan son de suma pertinencia e inminencia para los países de la región, y por eso quise compartirlos en el blog. Con esto abro la discusión para quien/es deseen hacerlo.

El poder provincial bien entendido

martes, 10 de agosto de 2010

Existe una idea falsa en el inconsciente colectivo de la opinión pública argentina: que le federalismo argentino es débil. La misma es constantemente recreada por cuantiosos formadores de opinión tanto a nivel nacional como provincial. Persistentemente se enfatiza la idea de que las (pobres) provincias son víctimas del todopoderoso presidente de turno (en especial cuando este es peronista). El actual debate entorno a la compra de senadores por parte del oficialismo (denunciado como "shopping" del gobierno nacional en el Senado) refuerza una vez más esta imagen ampliamente aceptada, aunque no por ello cierta.

El testimonio del senador radical por Santiago del Estero, Emilio Rached, se presenta como una evidencia más aparentemente irrefutable: durante la larga madrugada del 17 de julio del año pasado en que se votó en contra de la 125 en el Senado, éste abría recibido ofertas de todo tipo y presiones de parte del gobernador y la vice gobernadora de su provincia para que votara a favor. (ver entrevista en Perfil)

Que el Congreso es una instancia más donde la Nación negocia votos legislativos a cambio de beneficios para las provincias, es una obviedad que no resiste el menor análisis. Está bien que la oposición lo denuncie porque la utilización de esos instrumentos de cooptación de voluntades -de la que ellos carecen- los perjudica política y electoralmente. Y además, resulta consistente con la estrategia electoral opositora, ya que la corrupción -junto al desempleo y a la inseguridad- es un tema recurrente dentro de las preocupaciones del electorado.

Ahora bien, "el tango se baila de a dos", recuerda el dicho popular. El gobierno ofrece, el político provincial acepta; pero podría no hacerlo, como habría ocurrido con el voto del senador Rached en aquella oportunidad. ¿Qué quiero destacar con ello? Muchas cosas, pero sólo me detendré en una de ella: que los políticos provinciales -sea a través del gobernador, sea a través de los votos de sus diputados y senadores en el Congreso de la Nación- aceptan "bailar" con el gobierno nacional.

Desde la concepción que sostiene que el federalismo argentino es un mito y que en realidad se trata de un sistema descaradamente unitario se argumentará, lógicamente, que los políticos provinciales aceptan las ofertas que se les hace debido a su propia debilidad sistémica; es decir, sin esos fondos "extras", la provincia colapsa. Sin embargo, desde hace cierto tiempo ya, la ciencia política latinoamericana ha dado contundentes pruebas en sentido contrario.

Existe un amplio consenso entre los académicos especializados en política provincial argentina respecto a que los gobernadores son actores de gran poder en la política nacional.
Contrariamente con lo que se suele argumentar en la escena política y mediática, tanto el presidencialismo como el federalismo son instituciones fuertes en Argentina, y por tanto en lugar de extorsión, lo que prevalece entre los niveles de gobierno nacional y provincial son negociaciones que, de acuerdo a la disponibilidad de recursos que tenga el gobierno nacional de turno en un momento dado, serán más pacíficas o conflictivas.

Porque si los gobiernos subnacionales fueran tan dependientes de la figura presidencial como se tiende a creer, cómo se explica que haya provincias que desde 1983 hayan sido gobernadas siempre por un mismo partido político (y en ciertos casos por un mismo gobernador) cuando en la esfera nacional hubo tanta rotación partidaria? Cómo se explica que los Rodríguez Sáa tengan tanto poder en su provincias (con triunfos electores superiores al 80% de los votos) pese al extendido hostigamiento de las administraciones K?

Como argumenta Allynson Benton en un artículo de 2003 (ver), el quiz de la cuestión es entender que la relación entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales no es un juego de suma cero. Los líderes nacionales necesitan del apoyo provincial y con tal fin canalizan recursos y beneficios a las provincias, y quienes no lo hacen ponen en riesgo la gobernabilidad nacional. Por ello, destaca esta autora, el problema de la coexistencia de presidentes fuertes e institucionales federales fuertes aparece en los períodos de deterioro económico, donde el presidente carece de recursos para negociar apoyo con los gobernadores provinciales.

Con lo expuesto no pretendo convalidar la compra de votos por parte del gobierno nacional (sea este peronista, kirchnerista o radical) sino más bien desvictimizar a las provincias y atribuirles la responsabilidad que efectivamente tienen en las prácticas de la política nacional. Pero fundamentalmente, me he servido de esta problemática coyuntural para enfatizar que es inminente la inclusión de la política provincial en los análisis de la política nacional. El catalogar a las provincias como mendigas del gobierno nacional ciega la visión sobre la construcción real del poder nacional. Y en este sentido, para terminar, dejo para reflexionar un interrogante sin resolver, ¿Cómo se explica que tres gobernadores de provincias electoral y económicamente marginales hayan llegado a ser Presidentes de la Nación en los últimos 27 años?.

Ranking: Los 20 políticos más importantes de la semana en Twitter

viernes, 6 de agosto de 2010




Internet y la Política 2.0

miércoles, 7 de julio de 2010

Internet y la Política 2.0

¿Buscan el veto?

lunes, 5 de julio de 2010

Desde hace un tiempo ya, la oposición tiene en su agenda la limitación de los poderes presidenciales: decretos, superpoderes y demás. En mi opinión, la estrategia apunta a obligar a la presidenta a vetar estas leyes:


En primer lugar, hay sectores de la oposición que tienen serias posibilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales: la UCR –quizá en coalición con el CC y el PS-, el Peronismo Disidente, y tal vez el PRO si arma coalición con el PJ.

En segundo lugar, las características del sistema electoral argentino –sobrerrepresentación de las provincias menos pobladas- y del electorado peronista –predominio en las provincias pobres- le han dado una ventaja histórica al PJ: hasta ahora, desde la vuelta a la democracia el PJ siempre dominó la Cámara de Senadores.

Es decir, que si las leyes que se proponen limitar los poderes presidenciales tienen éxito la UCR y sus aliados se verían ante la posibilidad de limitar seriamente la gobernabilidad si ganan las próximas elecciones: al dominio del peronismo en Senadores se sumaría un menor poder en manos de la presidencia.

Por lo tanto, creo que estos actores están especulando con un casi seguro veto presidencial. En un contexto de gobierno dividido, es difícil que Fernández decida enfrentar el tiempo de gobierno que le queda con una capacidad de acción limitada –mucho más teniendo en cuenta que debe enfrentar una campaña electoral-.

Ante este escenario, los miembros del Acuerdo Cívico siempre ganan: para empezar no se limitan los poderes presidenciales. Pero además, como miembros de la oposición muestran que pueden ponerse de acuerdo en ciertas políticas y que no son inoperantes, como el oficialismo dice.

Los costos se los lleva todos CFK: probablemente la interpretación que prevalezca es que va contra las decisiones de los legisladores –los sectores opositores no van a dudar en calificarlos como “los representantes de la voluntad del pueblo”- para seguir gobernando “unilateralmente”.

Pensamientos en torno al Mundial.

lunes, 28 de junio de 2010

Siempre que se juega un Mundial los medios argentinos difunden una hipótesis: que el o la presidenta tienen mayor capacidad de acción, dado que la atención pública está centrada en el fútbol y no en la política.


Algunas hipótesis relacionadas y con bastante apoyo empírico pueden secundar este planteo. En primer lugar, que los medios de comunicación cumplen una función de accountability. Es decir: los medios pueden ejercer control en el sistema político, ya que si llaman la atención sobre un problema y señalan culpables, estos actores pueden perder capital simbólico, que en una democracia puede significar que no te voten en la próxima elección, que te remuevan de un puesto, que nadie te dé demostraciones de apoyo para no quedar pegado, etc.

En segundo lugar, que la agenda pública –aquellos temas que el común de los mortales señalamos como los más relevantes en un momento dado- viene determinada en gran parte por la agenda mediática. En una frase clásica, “los medios no le dicen a la gente qué pensar, pero si sobre qué temas tiene que pensar” (este efecto de los medios es más potente para aquellas cuestiones de las que no tenemos experiencia directa: la inflación, por ejemplo, es palpable por el mero hecho de ir a un supermercado, por lo que tiene peso propio como para preocupar a la gente por más que no aparezca nada en los medios).

Estas dos hipótesis pueden ser combinadas: si el centro de atención de los medios durante un Mundial es casi exclusivamente el fútbol, la función de accountability de los medios no puede ser ejercida. En otras palabras: si ningún problema político forma parte de la agenda mediática, entonces los medios no tienen capacidad de modificar el capital simbólico de los actores políticos, si durante un mes de lo único que habla y piensa la gente es del Mundial y no de las decisiones políticas ni de sus responsables.

Un tercer factor importante es que en nuestro país el presidente cuenta con bastante poder de decreto, por lo que puede tomar decisiones sin pasar por el filtro del Congreso. Normalmente, los decretos tienen un potencial costo: la opinión pública puede indignarse de que una decisión importante se tome unilateralmente (consecuencia, nuevamente: el presidente pierde capital simbólico). Pero si la OP de lo único que habla es de fútbol, entonces esos costos potenciales se diluyen.

Como dije al principio, los medios parecen ser bastante concientes de esta situación. Sin embargo, es notable que no hagan demasiado por evitarla. Hasta ahora, me parece que solo La Nación intenta problematizar las consecuencias políticas del Mundial (ej. acá). De todas maneras, puede ser que se me pase por alto algún otro medio. En definitiva, yo también estoy con la cabeza en el Mundial.

La primera batalla 2.0 de América Latina

jueves, 10 de junio de 2010

Les recomiendo leer la siguiente nota publicada en Web Política 2.0 donde se describen las herramientas 2.0 utilizadas por el candidato Antanas Mockus en la actual (y aun no resuelta) elección presidencial en Colombia. Antanas Mockus: verdes y Tecnos.


Política 2.0

miércoles, 9 de junio de 2010

A raíz de una entrada publicada esta mañana en el blog de La Nación Sin Quorum , donde se levanta una conversación mantenida por el periodista Pablo Morosi con el jefe de gabinete Aníbal Fernández a través de twitter, decidí retomar mi interés por la política 2.0 (la aplicación de blogs y redes sociales al mundo político) y comenzar a publicar entradas referidas a este tema.

Para empezar el abordaje de este fenómeno político y comunicacional -poco tratado por analistas y políticos (aunque desde ya adelanto que el kirchnerismo lleva la delantera en el asunto)-, voy a compartirles "los principios de la política 2.0" que hace varios años ya postuló el especialista español en web 2.0 José A. del Moral. Los mismos, a mi entender, guardan plena vigencia, en especial en un país como Argentina donde la web 2.0 no irrumpió todavía en la escena político-electoral pero que sin duda, más pronto que tarde, se abrirá paso y revolucionará el modo de hacer política, aniquilando políticamente en vida a quienes no se hayan preparado para el cambio.

1. La democracia es un diálogo.

2. Desde hace 50 años, los políticos se han acostumbrado a comunicar a través de los medios de masas.

3. La utilización de estos medios de masas ha impuesto un modelo dominante de comunicación vertical: impersonal, largo, homogéneo y unidireccional.

4. Cada nuevo medio genera sus propias reglas de comunicación. En los años setenta, Nixon, Chaban-Delmas y Miterrand se han dado cuenta de ello: los tres han perdido elecciones por no utilizar correctamente la televisión. (En España, se ha especulado con algo parecido respecto a la última derrota del PP)

5. El juego político consiste en enviar información de un punto a una audiencia. Es el modelo de comunicación tradicional, que sigue los principios del telégrafo: un emisor envía un mensaje a un receptor con la esperanza de influirle.

6. En la Red, se produce una situación inédita: el receptor ignora el mensaje, tiene el control de lo que quiere escuchar y no hará caso salvo que tenga la impresión de que el emisor se dirige a él como individuo.

7. Internet promete un sistema de información abierto que permite a todos contrastar la información con otras fuentes.

8. El medio Internet permite hablar a todos dirigiéndose de manera personal a cada uno.

9. Una regla básica de la comunicación política es mantener el control del mensaje.

10. Pero ya no es posible controlar el mensaje.

11. Las técnicas clásicas de la comunicación política (gestión de la información, comunicación televisiva, relaciones públicas) empiezan a sufrir ya la presión de los nuevos medios.

12. Utilizando la Red no evitamos a los medios sino que los multiplicamos. Cada internauta se convierte en una posible fuente de opinión.

13. Más importante que Internet son las comunidades que Internet estructura. En esta realidad radican al mismo tiempo la fuerza y la complejidad del medio.

14. Los políticos tienen razones para tener miedo a Internet si no son capaces de integrar la interactividad y las reglas del medio.

15. La Red permite afrontar el tipo de diálogo al que la democracia representativa aspiraba desde siempre.

16. Los individuos pueden ahora encontrar medios para hacerse oír. Es lo que se conoce como “vigilancia activa”.

17. El medio favorece el humor: las parodias circulan más rápido que las doctrinas.

18. La política en la edad de la Red significa que la gente se hace más organizada e inteligente colectivamente.

19. La red facilita el acceso a la información y el paso a la acción.

20. Si ciudadanos y partidos empiezan a participar en este nuevo medio, Internet hará germinar las condiciones de una nueva práctica democrática.

http://blogs.alianzo.com/redessociales/2006/02/21/los-principios-de-la-politica-2-0/

La realidad(?) con humor

Bicentenario y fortalecimiento del contrato social.

domingo, 30 de mayo de 2010

Los felizmente masivos festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo han impulsado una fructífera y multifacética reflexión sobre el estado actual de la sociedad política argentina. Entre las tantas aristas posibles que el fenómeno ofrece, deseo ocuparme del elemento unitivo que hizo posible, a mi modo de ver las cosas, que la conmemoración aludida fuera celebrada por tantos argentinos y argentinas, independientemente de sus preferencias y diferencias ideológicas y políticas.

Dejando de lado los diversos significados que el concepto de contrato social ha ido adquiriendo a lo largo de los siglos desde su aparición en el Leviatán de Hobbes en 1651 al neocontractualismo contemporáneo de Rawls y Nozick, voy a servirme de esta categoría para referirme al acuerdo de voluntades necesario para la existencia y sostenimiento de una comunidad política, sea este explícito o tácito.

Observados los 200 años celebrados desde esta óptica, pareciera ser que si algo tuvieron en común los primeros cien (1810-1910) con los segundos (1911-2010), fue el predominio de los períodos carentes de un contrato social mínimo capaz de garantizar el más ínfimo grado de concordia política requerido para construir y desarrollar una comunidad política y soberana.

Entre 1810 y 1861, las Provincias Unidas del Sur –y a partir de 1953 la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires- fracasaron en consensuar un pacto socio-político mínimo sobre el cual construir el anhelado estado moderno. Desde entonces y hasta 1910, pese a las discordias y desavenencias, tuvo lugar un período (¿extraordinario?) basado en un acuerdo mínimo de voluntades plasmado en la Constitución Nacional de 1853-60, que perduraría hasta 1930.

Con la revolución cívico militar del 6 de septiembre de 1930 se rompe el contrato social arduamente y dolorosamente logrado, y se (re) inicia una etapa signada por diversos y contrapuestos replanteos, reformulaciones y cuestionamientos al pacto de 1853-60. El período terminaría de modo dramático en los albores de la década de 1980.

Pese a ser considerada “la década perdida”,-no sólo en Argentina, sino en el resto de América Latina- la del ’80 fue, desde la perspectiva de análisis aquí propuesta, la década en que el pueblo argentino (gobernantes y gobernados) restituyó las bases para un nuevo contrato social, erigido sobre la elección del régimen democrático, como la mejor forma de gobierno; al menos, para esta comunidad política. (El respecto y defensa de las libertades individuales, así como la promoción y cumplimiento de los derechos sociales también formarían parte del núcleo de este nuevo acuerdo emergido, aunque su efectiva realización no sólo ha sido parcial sino que además ha mostrado generar intensos conflictos entre los diversos sectores sociales, políticos y económicos).

Que el nuevo contrato social haya sido amplia y voluntariamente pactado no significa, por supuesto, que no haya sido desafiado desde su mismísimo nacimiento. Esta vez, sin embargo, tras décadas de desencuentros y extravíos, el pacto mostraría estar fuertemente arraigado en una concordia política que, por encima de las diferencias, estaba decidida a sobreguardar la unidad del país a través de la innegociabilidad de su régimen político. Ni los “carapintadas”, ni la trágica crisis política, social y económica de 2001 han podido doblegar el ya arraigado acuerdo básico. (Conscientes de ello, un grupo de intelectuales perspicaces ha sugerido en tiempos recientes utilizar una inexistente “amenaza destituyente” como medio de deslegitimar reclamos de grupos opositores al actual gobierno de Cristina Kirchner).

Así pues, entiendo que los masivos festejos del bicentenario han confirmado una vez más la vigencia y el fortalecimiento del contrato social (re)fundado en 1983. Pese a las manifiestas pretensiones de oficialistas y opositores de apropiarse de la celebración del bicentenario, los ciudadanos -con mayor grandeza que sus dirigentes, vale destacar- han estado a la altura del evento histórico participando festivamente de un acontecimiento que les pertenece a todos los miembros de la comunidad política argentina; sembrando –al menos a quien escribe- la esperanza de una cercana maduración política de la ciudadanía argentina, acorde con el cumplimiento de los 200 años de la patria.

Bicentenario y madurez política

viernes, 21 de mayo de 2010


Pido disculpas pero estos días estoy preocupado y desilusionado respecto a cómo vamos a festejar el bicentenario. Es decir, siendo esta fecha una en la cual la clase política podría mostrar signos de madurez pese a las diferencias existentes y concurrir de manera conjunta a los diferentes actos que se van a realizar, esto no ocurrirá. Hoy uno ve los diarios y encuentra como los profundos conflictos entre el gobierno y los sectores opositores se han trasladado a los festejos del bicentenario. A la existencia de dos tedeum que y hemos mencionado aquí (uno "oficialista" y otro "opositor") se suma la ausencia presidencial a la apertura del Colón o la no invitación a los actos oficiales del vicepresidente y de los demás ex presidentes constitucionales.

El hacer un tedeum fuera del tradicional en la Catedral Metropolitana ha sido una práctica común a lo largo del periodo kirchnerista por lo que no nos llama la atención. Sin embargo, si es preocupante el caracter antagónico de gobierno-oposición que se les quiere dar en esta oportunidad a los diferentes actos religiosos. Para algunos esto puede ser un dato menor, pero creo que estando en una fecha que debería ser de unión más que de confrontación, una actitud así (tanto de unos como de otros) atenta contra esa madurez que señalabamos recién.

Son los otros dos hechos que llaman más la atención. El fuerte enfrentamiento del gobierno con Macri por un lado, y con Cobos por otro, se ha trasladado a los actos. Hace ya unos días que se venía escuchando que desde el gobierno nacional se buscaría "tapar" la apertura del Colón ya que esta actividad (la más importante organizada desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) podría ser vista como una obra pública cuya promoción favorecería a Macri. Si bien esto no escapa a un supuesto o tal vez a la expresión de una opinión mal intencionada, la ausencia del gobierno nacional en el Colón será, según parece, una realidad. Las razones esgrimidas refieren al enojo presidencial por los agravios desde el macrismo. Esto es cierto, sin embargo la utilización de la descalificación también es una herramienta en el gobierno nacional hacia los opositores. Una muestra de esto es lo que hasta el día de hoy es la negativa a la invitación del vicepresidente a las actividades del bicentenario. Consultado por esta cuestión, el jefe de gabinete Aníbal Fernández señaló que "se hace complicado" invitar a Cobos porque no se sabe "exactamente en condición de qué habría que invitarlo". Nuevamente, varios puede decir que estas actitudes son parte de la tradicional interna política. Sin embargo, me parece que la interna ha pasado a ser crispación porque si no hubiese llegado a esto el escenario político actual, no tendríamos la existencia de diferentes actos que reflejan la separación más que la unidad nacional. Uno podría decir al respecto que estar juntos "sería hipócrita, no se quieren, piensan diferente, etc.". Esto es innegable, pero como nos recuerda Robert Dahl la existencia de posiciones contrarias es parte de todo gobierno democrático. La incapacidad de reconocer esto por parte de los actores políticos nacionales atenta pues contra la madurez de la misma. Es esta imagen de inmadurez, me parece, que le está brindando la clase política a la ciudadanía y la que le está dejando a la posteridad. Lamentablemente un acto que debería ser de unidad terminará siendo un rejunte de diferentes actos político-partidarios. Pido disculpas nuevamente, pero como se darán cuenta ando desilusionado con el bicentenario...

"Lo dicho en el decir". Reinterpretando una vanguardia legal

miércoles, 19 de mayo de 2010


En estos días encontramos en la agenda pública argentina y en tratamiento en las cámaras legislativas, la controversial ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo (la comúnmente denominada “ley de matrimonio gay”). Entiendo que resulta un tópico sumamente complejo y ríspido de tratar de abordar teóricamente, potencialmente sujeto a confusión de emocionalidades, sensaciones, pensamientos y prescripciones normativas. Mi intención es distanciarme de estas dimensiones e intentar pensar el proceso neutral y “meta-analíticamente” (esto es, a través de los contornos del proceso).

La ley ha sido resignificada como un acto de posmodernidad y vanguardia, de pulsión por una verdaderamente plena igualdad de los seres humanos (incluso sobre este punto algunos enemigos de la misma redefinían la igualdad como igualación, y desde allí “jugaban retóricamente con potenciales casamientos”).

Para reflexionar sobre esta situación invocamos las enseñanzas plasmadas en el artículo de 1971 del Filósofo y Antropólogo francés Paul Ricoeur. En este - “El Modelo del Texto: la acción significativa considerada como texto” - y en el marco analítico de la Universidad de Chicago, el autor nos convida una extensa gama de nuevos entendimientos y conceptos. La idea más importante que de allí rescataremos para esta empresa, será acerca de la autonomización de la acción de su sujeto individual actuante, lanzándose en una proyección histórica infinita, inscribiéndose en un plano “objetivizante”, y siendo de tal modo susceptible de múltiples y plurales reinterpretaciones futuras.

Cuando nos topamos pues con la realidad legislativa a la que hacíamos referencia, no puedo evitar acordarme de tan delicioso texto. El acto mismo de legislar y la votación concreta – como toda acción – tiene la capacidad de autonomizarse de la situación contextual que le diera vida y lazarse a la eternidad. Entonces, cuando nos encontramos con diputados votando militantemente a favor o en contra de esta ley no puedo evitar pensar en cómo su voto concreto tendrá la capacidad de ser revivido – en tanto acción reinterpretable – en un futuro inmediato (léase elecciones 2011), o en los anales de la historia argentina. Esto, iluminado bájo la égida de que la ley en cuestión no remite directamente a una necesidad o carencia nacional (aunque en este punto reciba reiterados insultos). Entiendo que es una idea que – en este país, en este momento – es válida, y hasta “necesaria”, pero sólo reconocible como tal en las fronteras del AMBA y algún otro centro urbano. Entonces, observo que este proyecto de ley parecería estar siendo accionada como una “herramienta” política y electoral por parte de sociedad política. En efecto, se acaba por con-fundir una necesidad válida y una especulación política. En definitiva, parecería que ciertos diputados estarían usando su voto como forma de presentación virtuosa futura ante un virtual electorado. De tal modo, más allá del resultado aquí anecdótico de la votación, lo que quedará de este proceso legislativo será un “sedimento”: el voto concreto. Este, se lanza a la historia y será lo que los legisladores/políticos, ansiosos por progresar en su carrera política, buscarán despertar y revelar ante sus contituencies, para poder declamarles: “Yo dije”.

En Vísperas del bicentenario ¿quién puede ser considerado el personaje político más importante de estos 200 años?


Dentro de unos días llegaremos al onomástico número 200 de nuestra historia si es que tomamos el 25 de Mayo de 1810 como fecha inicial. Esto es discutible pero bueno, vamos a dejarlo así. Haciendo una encuesta propuesta por clarín, me quedé pensando sobre quienes serían los potenciales personajes que deberían entrar en la casilla política. Candidatos no me faltaban: Belgrano, Moreno, San Martín, Sarmiento, Yrigoyen, Perón, Alfonsín o incluso Cristina Kirchner (La Sarmiento del siglo XXI según sus palabras). Uno podría pensar en todos estos potenciales candidatos y otros más por supuesto.

Sin embargo, hace poco un conocido me dijo una palabra que para él representaba "el personaje" de la política nacional a lo largo de los 200 años. Dicha palabra era "antagonismo", pero NO visto como un conflicto tradicional y previsible en la arena política, sino más bien como un antagonismo schmittiano de amigo-enemigo. Nuevamente ejemplos no nos faltan: federales-unitarios, peronismo-antiperonismo, o más en nuestros días kirchnerismo-antikirchnerismo. Acordándome de estas palabras, pensando en estos ejemplos y leyendo los diarios me daba cuenta de que razón no le faltaba a mi amigo. Para dar un ejemplo contemporáneo ¿Cómo vamos a festejar desde la política el bicentenario? Con actos diferentes e incluso con dos Tedeum!!! Me causaba gracia leer que algunos querrían hacer uso del Tedeum en la Catedral de Buenos Aires como un acto opositor mientras que el que se realizaría en Luján sería más conciliador y menos conspirador. Evidentemente esa oposición amigo-enemigo sigue estando presente, incluso el día del festejo de la patria.

Por ende, uno podría pensar en esos candidatos que han hecho mucho por la política nacional, sin embargo habría que agregar creo yo a dicho antagonismo que a diferencia de los anteriores no recuerdo que alguna vez haya logrado algo positivo para el país. Esperemos que en el próximo centenario esta palabra haya pasado a ser parte de la historia y no continúe presente.

El abandono del debate parlamentario

lunes, 17 de mayo de 2010

Hace unos días debatiendo con algunos alumnos un texto de Bobbio sobre el fundamento y funcionamiento de la representación, surgió un debate respecto al comportamiento actual de los legisladores en el parlamento. Algunos puntos interesantes que despertaron el intercambio de ideas fueron los siguientes:


a) ¿El parlamento cumple su función de “parlamentar” sobre los asuntos de la política o simplemente se ha convertido en un foro de prueba para ver quién es más fuerte?
Esta pregunta sirve para entender el presente aunque cabe aclarar que no es nueva. El Parlamento hace tiempo ya, que ha perdido esa característica fundacional del mismo respecto a ser el lugar donde irían los representantes de la comunidad a DEBATIR cuál sería la mejor alternativa posible sobre las propuestas con el fin de atender un asunto determinado. En el debate con los alumnos, yo les contaba una anécdota personal cuando tuve que leer una sesión parlamentaria del siglo XIX. En esta un diputado en medio del debate pidió suspender el mismo por una semana para poder estudiar bien el proyecto de ley y de esta manera poder opinar con fundamento sobre el mismo y de esta manera brindar su opinión favorable o no. Los demás legisladores aceptaron su propuesta y se volvieron a juntar una semana después con la consiguiente exposición del diputado en cuestión. Cuando leí esto recuerdo que me salió un QUUEE???? Y cuando se los contaba a los estudiantes comenzaron a reírse de la sorpresa. Obviamente que mi reacción y la de los estudiantes se debe a que una situación así hoy en día es inimaginable pues los legisladores ya no tienen esa libertad que en los orígenes de la representación parlamentaria solían tener. Sin embargo, esta cuestión no es nueva sino que podemos rastrearla desde la aparición de los partidos de masas. En dicho contexto, los legisladores ya no tenían la libertad de debate pues respondían a un partido que defendía una identidad determinada y los legisladores eran simples “delegados” (en palabras de Bobbio) con un mandato imperativo por parte de dicho partido. Por lo tanto, la falta del debate no es una cuestión nueva sino que viene de hace tiempo. Sin embargo, surge una diferencia en la actualidad. Como nos dicen Bernard Manin o Angelo Panebianco, esas identidades que los partidos de masas “representaban” ya no se encuentran presentes con fuerza en la sociedad. Sin embargo, los legisladores continúan impedidos de ejercer su principal función que es la de debatir las propuestas. Esto nos lleva al segundo punto de interés que surgió en el debate.


b) Si los representantes ya no “representan” identidades ¿por qué su comportamiento en el parlamento sigue alejado del debate y continúa ligado a una “bajada de línea”?
Esta pregunta ya si es plenamente actual. El verdadero debate parlamentario continúa siendo una idea más cercana al país de Utopía que a la realidad misma. Continuamente apreciamos en los medios de comunicación que ante el arribo de un debate de importancia lo que se resalta es ver quien tendría más votos (y por ende impondría su posición) más que sobre las alternativas que pueden discutirse en la cámara. Es decir, apreciamos debates parlamentarios maratónicos que duran horas y horas con votaciones en altas horas de la madrugada. Sin embargo, todos ya sabemos más o menos como va a terminar la historia pues no importa lo que se dice en las intervenciones sino que lo relevante es el momento de la votación. Obviamente que esto lleva a dos consecuencias: Primero que la figura del legislador se transforme en una simple figura de relleno, y segundo el empobrecimiento del Parlamento como institución democrática y a las ideas que en este se vierten. Para dar un ejemplo de esto, el otro día durante el debate sobre el matrimonio entre individuos del mismo género, mientras hablaba un legislador se podía ver a otros leyendo el diario o haciendo crucigramas!!! Cuando hablábamos de esto, un alumno señaló lo siguiente: “¿pero si la diputada ya habló para qué va a escuchar a los demás?” Justamente es esto lo que NO hay que hacer, un legislador debe poder opinar pero al mismo tiempo debería saber escuchar las opiniones de los demás. Igual reconozco que hoy estamos muy lejos de esto. Más bien, en la actualidad importa tener los votos para pasar la votación (impidiendo que aparezcan detractores que abandonen la tropa y se pasen al bando contrario) y no tener las ideas más convincentes. La razón de esto no es la defensa de una identidad determinada sino que se debe al encarnizamiento de las relaciones entre gobierno y oposición donde unos pretenden mantener su cuota de poder y otros aspiran a ampliar la suya. Este juego de suma cero, donde importan los intereses particulares (mantención/conquista del poder) más que la defensa de los intereses de la comunidad ha llevado a que se de esta situación de pobreza parlamentaria.
En definitiva, podría decir más cosas pero me quedo aquí. El parlamento hoy en día está muy lejos de acercarse al funcionamiento que se pensó para este cuando se lo diseñó. El intercambio de ideas ha sido reemplazado por la lucha entre facciones que buscan tener la mayoría de votos para imponer sus posiciones. Es decir, las propuestas no se imponen por convincentes sino por tener la mayoría de los votos. Como decíamos esto empobrece el debate parlamentario. Sin embargo el tema no termina aquí pues esto último nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Estando en una democracia representativa la falta de debate en búsqueda de las mejores políticas podría llevar a un empobrecimiento del régimen democrático? Que pregunta…

Clivajes de la política argentina.

martes, 11 de mayo de 2010

Hace unos días, leí en El Estadista una nota de José Natanson, en la que hablaba sobre los clivajes que creó Néstor Kirchner. Para Natanson, el ex presidente habría logrado articular en uno solo dos clivajes: dictadura vs. derechos humanos y neoliberalismo vs. desarrollismo o distribucionismo. Desde este punto de vista, el logro de Kirchner habría consistido en identificar al neoliberalismo con la dictadura.


No es mi intención discutir el resto del análisis (con algunos puntos interesantes que no voy a reproducir acá por una cuestión de espacio). Lo que me genera dudas es si esos clivajes son relevantes para entender la situación política actual.

Los clivajes -en una utilización laxa del concepto que Lipset y Rokkan creo que no compartirían- vendrían a ser una oposición en torno a la cual se alinean los distintos actores sociales. Algunos clivajes clásicos: centro/periferia, capitalistas/obreros, sectores urbanos/rurales, etc.

En ese sentido, creo que por algún momento muy breve Kirchner logró articular sus apoyos en la línea derechos humanos vs. dictadura. Sin embargo, la política local no tardó en acomodarse en torno a una diferenciación que ya es tradicional: gobierno vs. oposición (Mustapic, hace algunos años, señalo cómo el Congreso Nacional se organiza alrededor de esta distinción).

Los medios, la opinión pública y, en muchos casos, los propios políticos, se organizan en torno a esta lógica: o estás con el gobierno o estás en contra. No hay otra opción. Y cuando uno se escapa de estas clasificaciones, como lo hace Sabatella, lo tildan de oficialista. Esto pasó hace muy poco, cuando en el programa “Le doy mi palabra” Sabatella le tuvo que a explicar a Pepe Eliaschev por qué creía que su postura –apoyar las leyes por lo que las leyes dicen y no por quiénes las proponen- era el único modo de mantenerse coherente con su ideología de centroizquierda.

Otro ejemplo puede verse en los comentarios de los lectores de La Nación cuando el partido socialista decidió votar a favor de la Ley de Medios. ¿Qué esperaban, que el partido que venía hace 20 años proponiendo una ley similar a la oficialista votara en contra?

Desde mi punto de vista, esto degrada todo el debate en torno a las políticas, porque las políticas pasan a un segundo plano cuando lo único que importa es quién o quiénes las propusieron.

Y genera hechos difíciles de explicar, como que un partido que intenta correr al kirchnerismo por izquierda actúe con la centroderecha, o que algunos líderes partidarios critiquen políticas que durante varios años trataron de llevar adelante por los supuestos intereses que encubren.

Libertad de expresión: John Stuart Mill y la Feria del Libro

jueves, 6 de mayo de 2010

Primer entrada de mi parte en el blog, veremos que sale. Les cuento que soy un asiduo lector de John Stuart Mill y muchas veces termino reflexionando sobre el devenir de las cosas en función de las palabras de nuestro pensador inglés. Los problemas que se dieron hace unos días en la Feria del Libro no escaparon a lo anterior.
John Stuart Mill en su clásico libro "Sobre la Libertad" nos presenta la importancia de la libertad en la vida en sociedad. Esta cualidad que los sujetos deberían poder disfrutar en la interacción con sus semejantes, refiere entre otras cosas a la libertad de poder expresarse libremente en términos de sus creencias, ideologías o experiencias de vida. Es por esto que para Mill la tolerancia hacia las opiniones e inclinaciones de los sujetos es fundamental para la vida de los individuos en sociedad. Ahora bien, dicha libertad tiene un límite: cuando se afecta negativamente a un tercero. Esto es, el individuo puede pensar y/o hacer lo que quiera mientras no atente contra los pensamientos y acciones de otro sujeto. Teniendo en cuenta esta breve reseña, pensaba sobre lo que ocurrió en la Feria del Libro y las presentaciones de los libros de Hilda Molina y Gustavo Noriega. El título de la obra de Molina, "Mi Verdad", va como anillo al dedo para nuestra reflexión pues muestra una opinión a partir de una vivencia directa de la autora respecto a la situación política de Cuba. Por su parte, el trabajo de Noriega versa sobre la aparente problemática interna del INDEC donde los trabajadores de la entidad estarían presos de presiones por parte de las autoridades. El problema está en que las presentaciones fueron interrumpidas en medio de insultos y golpes. No es el interés aquí juzgar sobre quién tiene razón, es decir si el régimen cubano es bueno o no, o si los problemas del INDEC son ciertos o un invento de la prensa. No es el punto. Lo que me ha hecho reflexionar es lo que ocurre (o debería ocurrir) en nuestro país siendo la libertad de expresión un derecho defendido por la CN. Entonces, la pregunta que me surge con estos hechos y gracias a Mill es la siguiente: ¿Puede pensarse en la construcción de una sociedad mejor y más democrática donde el opinar diferente genera este tipo de reacciones?