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domingo, 5 de septiembre de 2010

El Link

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Los partidos políticos como actores claves para la Democracia

viernes, 3 de septiembre de 2010



Participé en el mismo seminario que se citó en la nota anterior. La diferencia está en que yo fui a la tarde y no a la mañana, hacía frio… Me voy a concentrar en una parte de la charla la cual me pareció sumamente preocupante viniendo de un politólogo. Dicho participante criticó a sus colegas que viven hablando de la necesidad de construir partidos políticos fuertes e institucionalizados para la calidad democrática. Él criticaba esta posición señalando que ya no hay que pensar así sino que hay que aceptar el escenario actual con esta suerte de partidos personalizados y no programáticos. Por lo tanto, los partidos políticos y su programa ya no serían actores fundamentales en la generación de las políticas públicas.
Básicamente esta es la posición que quiero comentar aquí por lo siguiente. La justificación del taller era el de “analizar las debilidades de la clase política latinoamericana y su impacto en la calidad democrática de los gobiernos.” Esto con el fin de “…pensar e imaginar soluciones que se puedan trasladar en políticas públicas para democratizar a los dirigentes, fortalecer a los partidos como espacios de debate ideológico y formación de cuadros, impulsar la circulación y movilidad de las élites y terminar con prácticas políticas corruptas construyendo sistemas de accountability”. Visto esto y teniendo en cuenta los dichos del participante arriba citado podemos preguntarnos las siguientes incógnitas. ¿Se puede pensar en una democracia fuerte sin partidos institucionalizados? ¿Los partidos personalistas pueden actuar como instituciones que impulsen la movilidad de élites, generar cuadros políticos y una accountability que posibilite el control para el no abuso del poder influyendo de esta manera en la calidad democrática? ¿Qué le brindan a la democracia los partidos personalistas por un lado, y los partidos institucionalizados por otro?
Brevemente intentaré responder estas preguntas. Respecto a la primer pregunta, la respuesta es positiva. Es decir, podemos pensar en una democracia sin partidos institucionalizados. Ahora bien, la cuestión está en COMO va a ser esa democracia. Esto es, un régimen democrático donde las fuerzas políticas no están institucionalizadas sino que dependen de liderazgos personales (con riesgo de desaparecer) no van a ser fuertes por dos cuestiones básicas. Por un lado, por la idea señalada por M. Coppedge de “darwinismo político” a partir del cual señala el problema de la aparición/desaparición de los partidos políticos de la arena política, siendo uno de los factores principales el fracaso electoral de los líderes. Es decir, ¿qué pasa cuando el líder político pierde una elección clave? Su fuerza política va a decaer y su presencia en la arena política estará en riesgo. Tanto la de él como la de su partido al ser una estructura débil centrada en su liderazgo. La segunda cuestión esta vinculada con la anterior. Si no tenemos partidos institucionalizados, con riesgo de desaparecer de la arena política, las políticas públicas no tendrán una cualidad necesaria para su éxito en el tiempo: la certidumbre. De nuevo, ¿qué éxito puede tener una política determinada cuando los actores pueden cambiar de un día para otro? Como podemos ver, estas dos problemáticas que aquí por cuestiones de espacio solo presento, ya de por si son sumamente relevantes en la construcción de una base sólida sobre la cual se aplica un régimen democrático.
La segunda pregunta viene de la mano con la anterior. Los partidos personalistas tienen la característica de ser maquinarias electorales para su líder. Es este el que tiene la última palabra respecto a las candidaturas y la agenda política. Por lo tanto, este tipo de partido político no puede ni generar cuadros ni mucho menos accountability cuando es un actor (el líder) quien determina la orientación de las cosas. Nuevamente, ¿podemos hablar de un régimen democrático en un escenario así?
Por último, ¿qué brindan los dos tipos de partidos? Para la democracia, desde mi punto de vista, el partido personalista no genera nada positivo para la fortaleza del régimen por las cuestiones que ya indiqué. Todo lo contrario sucede (o por lo menos habría más herramientas para que esto ocurra) con los partidos institucionalizados y fuertes. Generan certidumbre al ser actores reconocidos de la arena política, son instituciones relevantes en la generación de cuadros políticos futuros, promovedores de políticas públicas e instituciones que los actores políticos deben tener en cuenta para la aplicación de las mismas. Esto es, el partido político tiene voz de veto por lo que no solo le da fuerza al sistema sino que también lleva a que podamos hablar de accountability.
Visto esto, entenderán porque me pareció grave lo que señaló el colega sobre esta cuestión, más en un seminario que busca pensar sobre cómo hacer que nuestras democracias sean más fuertes. Por suerte, una de las coordinadoras del seminario pensaba igual y se lo hizo saber en la ronda de preguntas…

Liderazgo latinoamericano en discusión

jueves, 2 de septiembre de 2010

Esta mañana participé de un taller donde se debatió sobre liderazgo y política en América Latina, donde expusieron referentes políticos y académicos de Ecuador y Argentina. A raíz de la revolución política llevada a cabo por Rafael Correa (según concordaron en categorizar los participantes al actual gobierno ecuatoriano) surgieron diversos interrogantes de fondo que me parecieron de gran interés para la política regional actual.

Por ejemplo, mientras que algunos expositores defendían el estado democrático liberal –esto es, una democracia sujeta a la ley-, otros destacaron que el énfasis debía ser puesto en qué es lo que hace, y no tanto en el cómo se hace. En este sentido, una participante ecuatoriana destacó que la nueva Constitución de su país cambió la definición de “estado de derecho” por “estado de derechos”, según el cual los derechos individuales básicos (incluyendo a los derechos de segunda y tercera generación) están por encima de su reconocimiento legal, y, por consiguiente, legitimarían en última instancia cualquier tipo de proceder político en orden a su cumplimiento.

Uno de los panelistas destacó asimismo que lo imperante es que el gobierno sea de la sociedad y no de la política, y responda así a las necesidades de aquella. El punto es interesante, por ejemplo, a la luz del clientelismo político. Los políticos y analistas que avalaron este modo de comprender y valorar la realidad política coincidieron en no ver a dicha práctica política como mala en sí misma. Entre otras cuestiones se destacó que el clientelismo no sería efectivo si la satisfacción de las necesidades y derechos básicos (entendiendo a ambos en sentido amplio) estuviera universalizada; y que, por consiguiente, gracias al clientelismo ciertos sectores sociales acceden a bienes que de otro modo nunca accederían, ceteris paribus.

Otros de los planteos interesantes que surgieron fue el relativo al trade off que parecería existir entre transformaciones socio-políticas profundas y democracia. Esto es, ¿es posible cambiar el status quo sin restringir las libertades? Según muestra la historia parecería que no, pero el punto sería entonces preguntarse qué es más importante, si la trasformación social o el resguardo de las libertades individuales. Yo tengo mi propia opinión al respecto (y bastante opuesta a la aquí sugerida), pero creo que es pertinente el debate sobre ello, ya que no necesariamente debería tratarse de blancos y negros y probablemente pueda haber cierta graduación tanto en las transformaciones como en las restricciones de las libertades.

Y finalmente quiero compartirles otra cuestión de suma relevancia para la política latinoamericana: la predominancia de los liderazgos fuertes. Dentro de este enorme tema se destacaron dos cuestiones medulares: i) si este liderazgo es capaz de autolimitarse; ii) qué sucede con las reformas efectuadas por líder carismático cuándo éstos son derrocados o desaparecen de la escena política por la razón que sea. ¿Puede trascender la transformación al líder sin instituciones que lo respalden? Y este interrogante resulta particularmente oportuno en la medida que, de acuerdo a las experiencias latinoamericanas recientes, los movimientos transformadores cuasi revolucionarios han surgido no sólo al margen de las instituciones sino en contra de las instituciones existentes (a excepción de las elecciones).

Creo que las cuestiones señaladas y las reflexiones que los mismos puedan generan son de suma pertinencia e inminencia para los países de la región, y por eso quise compartirlos en el blog. Con esto abro la discusión para quien/es deseen hacerlo.