El poder provincial bien entendido

martes, 10 de agosto de 2010

Existe una idea falsa en el inconsciente colectivo de la opinión pública argentina: que le federalismo argentino es débil. La misma es constantemente recreada por cuantiosos formadores de opinión tanto a nivel nacional como provincial. Persistentemente se enfatiza la idea de que las (pobres) provincias son víctimas del todopoderoso presidente de turno (en especial cuando este es peronista). El actual debate entorno a la compra de senadores por parte del oficialismo (denunciado como "shopping" del gobierno nacional en el Senado) refuerza una vez más esta imagen ampliamente aceptada, aunque no por ello cierta.

El testimonio del senador radical por Santiago del Estero, Emilio Rached, se presenta como una evidencia más aparentemente irrefutable: durante la larga madrugada del 17 de julio del año pasado en que se votó en contra de la 125 en el Senado, éste abría recibido ofertas de todo tipo y presiones de parte del gobernador y la vice gobernadora de su provincia para que votara a favor. (ver entrevista en Perfil)

Que el Congreso es una instancia más donde la Nación negocia votos legislativos a cambio de beneficios para las provincias, es una obviedad que no resiste el menor análisis. Está bien que la oposición lo denuncie porque la utilización de esos instrumentos de cooptación de voluntades -de la que ellos carecen- los perjudica política y electoralmente. Y además, resulta consistente con la estrategia electoral opositora, ya que la corrupción -junto al desempleo y a la inseguridad- es un tema recurrente dentro de las preocupaciones del electorado.

Ahora bien, "el tango se baila de a dos", recuerda el dicho popular. El gobierno ofrece, el político provincial acepta; pero podría no hacerlo, como habría ocurrido con el voto del senador Rached en aquella oportunidad. ¿Qué quiero destacar con ello? Muchas cosas, pero sólo me detendré en una de ella: que los políticos provinciales -sea a través del gobernador, sea a través de los votos de sus diputados y senadores en el Congreso de la Nación- aceptan "bailar" con el gobierno nacional.

Desde la concepción que sostiene que el federalismo argentino es un mito y que en realidad se trata de un sistema descaradamente unitario se argumentará, lógicamente, que los políticos provinciales aceptan las ofertas que se les hace debido a su propia debilidad sistémica; es decir, sin esos fondos "extras", la provincia colapsa. Sin embargo, desde hace cierto tiempo ya, la ciencia política latinoamericana ha dado contundentes pruebas en sentido contrario.

Existe un amplio consenso entre los académicos especializados en política provincial argentina respecto a que los gobernadores son actores de gran poder en la política nacional.
Contrariamente con lo que se suele argumentar en la escena política y mediática, tanto el presidencialismo como el federalismo son instituciones fuertes en Argentina, y por tanto en lugar de extorsión, lo que prevalece entre los niveles de gobierno nacional y provincial son negociaciones que, de acuerdo a la disponibilidad de recursos que tenga el gobierno nacional de turno en un momento dado, serán más pacíficas o conflictivas.

Porque si los gobiernos subnacionales fueran tan dependientes de la figura presidencial como se tiende a creer, cómo se explica que haya provincias que desde 1983 hayan sido gobernadas siempre por un mismo partido político (y en ciertos casos por un mismo gobernador) cuando en la esfera nacional hubo tanta rotación partidaria? Cómo se explica que los Rodríguez Sáa tengan tanto poder en su provincias (con triunfos electores superiores al 80% de los votos) pese al extendido hostigamiento de las administraciones K?

Como argumenta Allynson Benton en un artículo de 2003 (ver), el quiz de la cuestión es entender que la relación entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales no es un juego de suma cero. Los líderes nacionales necesitan del apoyo provincial y con tal fin canalizan recursos y beneficios a las provincias, y quienes no lo hacen ponen en riesgo la gobernabilidad nacional. Por ello, destaca esta autora, el problema de la coexistencia de presidentes fuertes e institucionales federales fuertes aparece en los períodos de deterioro económico, donde el presidente carece de recursos para negociar apoyo con los gobernadores provinciales.

Con lo expuesto no pretendo convalidar la compra de votos por parte del gobierno nacional (sea este peronista, kirchnerista o radical) sino más bien desvictimizar a las provincias y atribuirles la responsabilidad que efectivamente tienen en las prácticas de la política nacional. Pero fundamentalmente, me he servido de esta problemática coyuntural para enfatizar que es inminente la inclusión de la política provincial en los análisis de la política nacional. El catalogar a las provincias como mendigas del gobierno nacional ciega la visión sobre la construcción real del poder nacional. Y en este sentido, para terminar, dejo para reflexionar un interrogante sin resolver, ¿Cómo se explica que tres gobernadores de provincias electoral y económicamente marginales hayan llegado a ser Presidentes de la Nación en los últimos 27 años?.

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viernes, 6 de agosto de 2010