
Esta mañana participé de un taller donde se debatió sobre liderazgo y política en América Latina, donde expusieron referentes políticos y académicos de Ecuador y Argentina. A raíz de la revolución política llevada a cabo por Rafael Correa (según concordaron en categorizar los participantes al actual gobierno ecuatoriano) surgieron diversos interrogantes de fondo que me parecieron de gran interés para la política regional actual.
Por ejemplo, mientras que algunos expositores defendían el estado democrático liberal –esto es, una democracia sujeta a la ley-, otros destacaron que el énfasis debía ser puesto en qué es lo que hace, y no tanto en el cómo se hace. En este sentido, una participante ecuatoriana destacó que la nueva Constitución de su país cambió la definición de “estado de derecho” por “estado de derechos”, según el cual los derechos individuales básicos (incluyendo a los derechos de segunda y tercera generación) están por encima de su reconocimiento legal, y, por consiguiente, legitimarían en última instancia cualquier tipo de proceder político en orden a su cumplimiento.
Uno de los panelistas destacó asimismo que lo imperante es que el gobierno sea de la sociedad y no de la política, y responda así a las necesidades de aquella. El punto es interesante, por ejemplo, a la luz del clientelismo político. Los políticos y analistas que avalaron este modo de comprender y valorar la realidad política coincidieron en no ver a dicha práctica política como mala en sí misma. Entre otras cuestiones se destacó que el clientelismo no sería efectivo si la satisfacción de las necesidades y derechos básicos (entendiendo a ambos en sentido amplio) estuviera universalizada; y que, por consiguiente, gracias al clientelismo ciertos sectores sociales acceden a bienes que de otro modo nunca accederían, ceteris paribus.
Otros de los planteos interesantes que surgieron fue el relativo al trade off que parecería existir entre transformaciones socio-políticas profundas y democracia. Esto es, ¿es posible cambiar el status quo sin restringir las libertades? Según muestra la historia parecería que no, pero el punto sería entonces preguntarse qué es más importante, si la trasformación social o el resguardo de las libertades individuales. Yo tengo mi propia opinión al respecto (y bastante opuesta a la aquí sugerida), pero creo que es pertinente el debate sobre ello, ya que no necesariamente debería tratarse de blancos y negros y probablemente pueda haber cierta graduación tanto en las transformaciones como en las restricciones de las libertades.
Y finalmente quiero compartirles otra cuestión de suma relevancia para la política latinoamericana: la predominancia de los liderazgos fuertes. Dentro de este enorme tema se destacaron dos cuestiones medulares: i) si este liderazgo es capaz de autolimitarse; ii) qué sucede con las reformas efectuadas por líder carismático cuándo éstos son derrocados o desaparecen de la escena política por la razón que sea. ¿Puede trascender la transformación al líder sin instituciones que lo respalden? Y este interrogante resulta particularmente oportuno en la medida que, de acuerdo a las experiencias latinoamericanas recientes, los movimientos transformadores cuasi revolucionarios han surgido no sólo al margen de las instituciones sino en contra de las instituciones existentes (a excepción de las elecciones).
Creo que las cuestiones señaladas y las reflexiones que los mismos puedan generan son de suma pertinencia e inminencia para los países de la región, y por eso quise compartirlos en el blog. Con esto abro la discusión para quien/es deseen hacerlo.