
a) ¿El parlamento cumple su función de “parlamentar” sobre los asuntos de la política o simplemente se ha convertido en un foro de prueba para ver quién es más fuerte?
Esta pregunta sirve para entender el presente aunque cabe aclarar que no es nueva. El Parlamento hace tiempo ya, que ha perdido esa característica fundacional del mismo respecto a ser el lugar donde irían los representantes de la comunidad a DEBATIR cuál sería la mejor alternativa posible sobre las propuestas con el fin de atender un asunto determinado. En el debate con los alumnos, yo les contaba una anécdota personal cuando tuve que leer una sesión parlamentaria del siglo XIX. En esta un diputado en medio del debate pidió suspender el mismo por una semana para poder estudiar bien el proyecto de ley y de esta manera poder opinar con fundamento sobre el mismo y de esta manera brindar su opinión favorable o no. Los demás legisladores aceptaron su propuesta y se volvieron a juntar una semana después con la consiguiente exposición del diputado en cuestión. Cuando leí esto recuerdo que me salió un QUUEE???? Y cuando se los contaba a los estudiantes comenzaron a reírse de la sorpresa. Obviamente que mi reacción y la de los estudiantes se debe a que una situación así hoy en día es inimaginable pues los legisladores ya no tienen esa libertad que en los orígenes de la representación parlamentaria solían tener. Sin embargo, esta cuestión no es nueva sino que podemos rastrearla desde la aparición de los partidos de masas. En dicho contexto, los legisladores ya no tenían la libertad de debate pues respondían a un partido que defendía una identidad determinada y los legisladores eran simples “delegados” (en palabras de Bobbio) con un mandato imperativo por parte de dicho partido. Por lo tanto, la falta del debate no es una cuestión nueva sino que viene de hace tiempo. Sin embargo, surge una diferencia en la actualidad. Como nos dicen Bernard Manin o Angelo Panebianco, esas identidades que los partidos de masas “representaban” ya no se encuentran presentes con fuerza en la sociedad. Sin embargo, los legisladores continúan impedidos de ejercer su principal función que es la de debatir las propuestas. Esto nos lleva al segundo punto de interés que surgió en el debate.
b) Si los representantes ya no “representan” identidades ¿por qué su comportamiento en el parlamento sigue alejado del debate y continúa ligado a una “bajada de línea”?
Esta pregunta ya si es plenamente actual. El verdadero debate parlamentario continúa siendo una idea más cercana al país de Utopía que a la realidad misma. Continuamente apreciamos en los medios de comunicación que ante el arribo de un debate de importancia lo que se resalta es ver quien tendría más votos (y por ende impondría su posición) más que sobre las alternativas que pueden discutirse en la cámara. Es decir, apreciamos debates parlamentarios maratónicos que duran horas y horas con votaciones en altas horas de la madrugada. Sin embargo, todos ya sabemos más o menos como va a terminar la historia pues no importa lo que se dice en las intervenciones sino que lo relevante es el momento de la votación. Obviamente que esto lleva a dos consecuencias: Primero que la figura del legislador se transforme en una simple figura de relleno, y segundo el empobrecimiento del Parlamento como institución democrática y a las ideas que en este se vierten. Para dar un ejemplo de esto, el otro día durante el debate sobre el matrimonio entre individuos del mismo género, mientras hablaba un legislador se podía ver a otros leyendo el diario o haciendo crucigramas!!! Cuando hablábamos de esto, un alumno señaló lo siguiente: “¿pero si la diputada ya habló para qué va a escuchar a los demás?” Justamente es esto lo que NO hay que hacer, un legislador debe poder opinar pero al mismo tiempo debería saber escuchar las opiniones de los demás. Igual reconozco que hoy estamos muy lejos de esto. Más bien, en la actualidad importa tener los votos para pasar la votación (impidiendo que aparezcan detractores que abandonen la tropa y se pasen al bando contrario) y no tener las ideas más convincentes. La razón de esto no es la defensa de una identidad determinada sino que se debe al encarnizamiento de las relaciones entre gobierno y oposición donde unos pretenden mantener su cuota de poder y otros aspiran a ampliar la suya. Este juego de suma cero, donde importan los intereses particulares (mantención/conquista del poder) más que la defensa de los intereses de la comunidad ha llevado a que se de esta situación de pobreza parlamentaria.
En definitiva, podría decir más cosas pero me quedo aquí. El parlamento hoy en día está muy lejos de acercarse al funcionamiento que se pensó para este cuando se lo diseñó. El intercambio de ideas ha sido reemplazado por la lucha entre facciones que buscan tener la mayoría de votos para imponer sus posiciones. Es decir, las propuestas no se imponen por convincentes sino por tener la mayoría de los votos. Como decíamos esto empobrece el debate parlamentario. Sin embargo el tema no termina aquí pues esto último nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Estando en una democracia representativa la falta de debate en búsqueda de las mejores políticas podría llevar a un empobrecimiento del régimen democrático? Que pregunta…