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Bicentenario y fortalecimiento del contrato social.

domingo, 30 de mayo de 2010

Los felizmente masivos festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo han impulsado una fructífera y multifacética reflexión sobre el estado actual de la sociedad política argentina. Entre las tantas aristas posibles que el fenómeno ofrece, deseo ocuparme del elemento unitivo que hizo posible, a mi modo de ver las cosas, que la conmemoración aludida fuera celebrada por tantos argentinos y argentinas, independientemente de sus preferencias y diferencias ideológicas y políticas.

Dejando de lado los diversos significados que el concepto de contrato social ha ido adquiriendo a lo largo de los siglos desde su aparición en el Leviatán de Hobbes en 1651 al neocontractualismo contemporáneo de Rawls y Nozick, voy a servirme de esta categoría para referirme al acuerdo de voluntades necesario para la existencia y sostenimiento de una comunidad política, sea este explícito o tácito.

Observados los 200 años celebrados desde esta óptica, pareciera ser que si algo tuvieron en común los primeros cien (1810-1910) con los segundos (1911-2010), fue el predominio de los períodos carentes de un contrato social mínimo capaz de garantizar el más ínfimo grado de concordia política requerido para construir y desarrollar una comunidad política y soberana.

Entre 1810 y 1861, las Provincias Unidas del Sur –y a partir de 1953 la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires- fracasaron en consensuar un pacto socio-político mínimo sobre el cual construir el anhelado estado moderno. Desde entonces y hasta 1910, pese a las discordias y desavenencias, tuvo lugar un período (¿extraordinario?) basado en un acuerdo mínimo de voluntades plasmado en la Constitución Nacional de 1853-60, que perduraría hasta 1930.

Con la revolución cívico militar del 6 de septiembre de 1930 se rompe el contrato social arduamente y dolorosamente logrado, y se (re) inicia una etapa signada por diversos y contrapuestos replanteos, reformulaciones y cuestionamientos al pacto de 1853-60. El período terminaría de modo dramático en los albores de la década de 1980.

Pese a ser considerada “la década perdida”,-no sólo en Argentina, sino en el resto de América Latina- la del ’80 fue, desde la perspectiva de análisis aquí propuesta, la década en que el pueblo argentino (gobernantes y gobernados) restituyó las bases para un nuevo contrato social, erigido sobre la elección del régimen democrático, como la mejor forma de gobierno; al menos, para esta comunidad política. (El respecto y defensa de las libertades individuales, así como la promoción y cumplimiento de los derechos sociales también formarían parte del núcleo de este nuevo acuerdo emergido, aunque su efectiva realización no sólo ha sido parcial sino que además ha mostrado generar intensos conflictos entre los diversos sectores sociales, políticos y económicos).

Que el nuevo contrato social haya sido amplia y voluntariamente pactado no significa, por supuesto, que no haya sido desafiado desde su mismísimo nacimiento. Esta vez, sin embargo, tras décadas de desencuentros y extravíos, el pacto mostraría estar fuertemente arraigado en una concordia política que, por encima de las diferencias, estaba decidida a sobreguardar la unidad del país a través de la innegociabilidad de su régimen político. Ni los “carapintadas”, ni la trágica crisis política, social y económica de 2001 han podido doblegar el ya arraigado acuerdo básico. (Conscientes de ello, un grupo de intelectuales perspicaces ha sugerido en tiempos recientes utilizar una inexistente “amenaza destituyente” como medio de deslegitimar reclamos de grupos opositores al actual gobierno de Cristina Kirchner).

Así pues, entiendo que los masivos festejos del bicentenario han confirmado una vez más la vigencia y el fortalecimiento del contrato social (re)fundado en 1983. Pese a las manifiestas pretensiones de oficialistas y opositores de apropiarse de la celebración del bicentenario, los ciudadanos -con mayor grandeza que sus dirigentes, vale destacar- han estado a la altura del evento histórico participando festivamente de un acontecimiento que les pertenece a todos los miembros de la comunidad política argentina; sembrando –al menos a quien escribe- la esperanza de una cercana maduración política de la ciudadanía argentina, acorde con el cumplimiento de los 200 años de la patria.

Bicentenario y madurez política

viernes, 21 de mayo de 2010


Pido disculpas pero estos días estoy preocupado y desilusionado respecto a cómo vamos a festejar el bicentenario. Es decir, siendo esta fecha una en la cual la clase política podría mostrar signos de madurez pese a las diferencias existentes y concurrir de manera conjunta a los diferentes actos que se van a realizar, esto no ocurrirá. Hoy uno ve los diarios y encuentra como los profundos conflictos entre el gobierno y los sectores opositores se han trasladado a los festejos del bicentenario. A la existencia de dos tedeum que y hemos mencionado aquí (uno "oficialista" y otro "opositor") se suma la ausencia presidencial a la apertura del Colón o la no invitación a los actos oficiales del vicepresidente y de los demás ex presidentes constitucionales.

El hacer un tedeum fuera del tradicional en la Catedral Metropolitana ha sido una práctica común a lo largo del periodo kirchnerista por lo que no nos llama la atención. Sin embargo, si es preocupante el caracter antagónico de gobierno-oposición que se les quiere dar en esta oportunidad a los diferentes actos religiosos. Para algunos esto puede ser un dato menor, pero creo que estando en una fecha que debería ser de unión más que de confrontación, una actitud así (tanto de unos como de otros) atenta contra esa madurez que señalabamos recién.

Son los otros dos hechos que llaman más la atención. El fuerte enfrentamiento del gobierno con Macri por un lado, y con Cobos por otro, se ha trasladado a los actos. Hace ya unos días que se venía escuchando que desde el gobierno nacional se buscaría "tapar" la apertura del Colón ya que esta actividad (la más importante organizada desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) podría ser vista como una obra pública cuya promoción favorecería a Macri. Si bien esto no escapa a un supuesto o tal vez a la expresión de una opinión mal intencionada, la ausencia del gobierno nacional en el Colón será, según parece, una realidad. Las razones esgrimidas refieren al enojo presidencial por los agravios desde el macrismo. Esto es cierto, sin embargo la utilización de la descalificación también es una herramienta en el gobierno nacional hacia los opositores. Una muestra de esto es lo que hasta el día de hoy es la negativa a la invitación del vicepresidente a las actividades del bicentenario. Consultado por esta cuestión, el jefe de gabinete Aníbal Fernández señaló que "se hace complicado" invitar a Cobos porque no se sabe "exactamente en condición de qué habría que invitarlo". Nuevamente, varios puede decir que estas actitudes son parte de la tradicional interna política. Sin embargo, me parece que la interna ha pasado a ser crispación porque si no hubiese llegado a esto el escenario político actual, no tendríamos la existencia de diferentes actos que reflejan la separación más que la unidad nacional. Uno podría decir al respecto que estar juntos "sería hipócrita, no se quieren, piensan diferente, etc.". Esto es innegable, pero como nos recuerda Robert Dahl la existencia de posiciones contrarias es parte de todo gobierno democrático. La incapacidad de reconocer esto por parte de los actores políticos nacionales atenta pues contra la madurez de la misma. Es esta imagen de inmadurez, me parece, que le está brindando la clase política a la ciudadanía y la que le está dejando a la posteridad. Lamentablemente un acto que debería ser de unidad terminará siendo un rejunte de diferentes actos político-partidarios. Pido disculpas nuevamente, pero como se darán cuenta ando desilusionado con el bicentenario...

En Vísperas del bicentenario ¿quién puede ser considerado el personaje político más importante de estos 200 años?

miércoles, 19 de mayo de 2010


Dentro de unos días llegaremos al onomástico número 200 de nuestra historia si es que tomamos el 25 de Mayo de 1810 como fecha inicial. Esto es discutible pero bueno, vamos a dejarlo así. Haciendo una encuesta propuesta por clarín, me quedé pensando sobre quienes serían los potenciales personajes que deberían entrar en la casilla política. Candidatos no me faltaban: Belgrano, Moreno, San Martín, Sarmiento, Yrigoyen, Perón, Alfonsín o incluso Cristina Kirchner (La Sarmiento del siglo XXI según sus palabras). Uno podría pensar en todos estos potenciales candidatos y otros más por supuesto.

Sin embargo, hace poco un conocido me dijo una palabra que para él representaba "el personaje" de la política nacional a lo largo de los 200 años. Dicha palabra era "antagonismo", pero NO visto como un conflicto tradicional y previsible en la arena política, sino más bien como un antagonismo schmittiano de amigo-enemigo. Nuevamente ejemplos no nos faltan: federales-unitarios, peronismo-antiperonismo, o más en nuestros días kirchnerismo-antikirchnerismo. Acordándome de estas palabras, pensando en estos ejemplos y leyendo los diarios me daba cuenta de que razón no le faltaba a mi amigo. Para dar un ejemplo contemporáneo ¿Cómo vamos a festejar desde la política el bicentenario? Con actos diferentes e incluso con dos Tedeum!!! Me causaba gracia leer que algunos querrían hacer uso del Tedeum en la Catedral de Buenos Aires como un acto opositor mientras que el que se realizaría en Luján sería más conciliador y menos conspirador. Evidentemente esa oposición amigo-enemigo sigue estando presente, incluso el día del festejo de la patria.

Por ende, uno podría pensar en esos candidatos que han hecho mucho por la política nacional, sin embargo habría que agregar creo yo a dicho antagonismo que a diferencia de los anteriores no recuerdo que alguna vez haya logrado algo positivo para el país. Esperemos que en el próximo centenario esta palabra haya pasado a ser parte de la historia y no continúe presente.